Parque Nacional Corcovado: cómo conservar una joya natural en medio del turismo en Costa Rica

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La grandiosidad del Parque Nacional Corcovado, un santuario de biodiversidad de importancia mundial, se encuentra en un frágil equilibrio entre su protección y el turismo. Situado en la aislada península de Osa, al suroeste de Costa Rica, este parque contiene la mayor área de bosque tropical primario en la costa pacífica de América Central y abarca un 2,5% de la biodiversidad mundial en solo 424 kilómetros cuadrados.

Desde su establecimiento en 1975, Corcovado ha experimentado una sobresaliente restauración ambiental. La instauración del parque frenó la tala no autorizada, la cacería ilegal y la explotación minera ilícita, facilitando la recuperación de zonas deforestadas y asegurando la persistencia de especies emblemáticas, como el tapir de Baird y el águila arpía. Entre 1987 y 2017, el dosel de árboles en la península creció un 11%, un contraste notable con la reducción de bosques primarios en otras partes de Centro y Sudamérica.

Control del turismo y conservacionismo riguroso

El ecoturismo llegó como consecuencia natural de la protección del parque, posicionando a Corcovado como el décimo parque nacional más visitado del país, con aproximadamente 50.000 visitantes anuales. Sin embargo, el acceso sigue siendo controlado: solo tres senderos son de uso público y requieren guía autorizada, lo que ha permitido mantener la mayor parte del parque prácticamente intacta. La estación de guardabosques La Sirena es la más concurrida, mientras que las rutas de La Leona y Los Patos ofrecen experiencias más aisladas, ideales para quienes buscan una inmersión profunda en la selva.

El Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) monitoriza estas acciones a través de un pequeño grupo de guardabosques que aseguran el respeto a las regulaciones, cuidando la integridad del bosque y la protección de los visitantes.

Tensiones actuales y desafíos futuros

Aunque se han hecho esfuerzos, las recientes políticas y proyectos están causando inquietud. La cantidad diaria permitida en el sendero La Sirena aumentó recientemente de 120 a 240 personas, sin haberse realizado estudios de impacto ambiental previamente. Además, se está debatiendo sobre proyectos de infraestructura que podrían modificar considerablemente la región, tales como la construcción de una carretera asfaltada, la inauguración de un aeropuerto internacional y la edificación de hoteles de cadenas globales.

Especialistas de la región advierten sobre los peligros de un modelo de turismo extensivo. La bióloga Ifigenia Garita Canet señala que estas decisiones podrían poner en riesgo la sostenibilidad del parque, impactando a especies frágiles y modificando el equilibrio ecológico que ha requerido décadas para establecerse.

Iniciativas locales y conservación comunitaria

Organizaciones como la Fundación Corcovado y Conservación Osa trabajan para mitigar estos riesgos mediante proyectos de restauración del hábitat, educación ambiental y turismo comunitario. Desde 2001, la Fundación ha impulsado más de 100 proyectos, incluyendo la protección de tortugas marinas, restauración de estaciones de guardabosques y programas educativos en escuelas locales. Estas acciones han permitido que especies como jaguares, tapires y pecaríes barbiblancos se desplacen con seguridad hacia zonas adyacentes, promoviendo la conectividad ecológica en la región.

Un ecosistema único bajo vigilancia

El Parque Nacional Corcovado es más que un lugar de refugio para especies; representa un ecosistema intrincado donde cada planta, criatura y insecto tiene una función esencial. Los guías y guardabosques subrayan la importancia de salvaguardar los árboles añejos y conservar la estructura natural del bosque, una red ecológica que ha evolucionado a lo largo de milenios.

El mensaje de conservación es claro: el desarrollo económico y el turismo pueden coexistir con la protección del medio ambiente, pero solo mediante planificación cuidadosa y compromiso local. La preservación de Corcovado es un testimonio de cómo la acción humana puede regenerar y proteger ecosistemas únicos, asegurando que este tesoro natural continúe siendo un legado para las próximas generaciones.

Por: Pedro Alfonso Quintero J.

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